Sororidad

“Agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo”.

El término viene del latín soror que significa hermana. La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres que, de diversas maneras, experimentan (o experimentaron) la opresión patriarcal, en algunas de sus formas.

En una nota publicada en Infobae, hace algunos meses atrás, Quena Strauss se preguntaba: “¿Es la sororidad entonces una “fraternidad entre mujeres”? Claramente no, es otra cosa. Y por eso demanda una voz propia. Además, miren qué notable: fue el escritor Miguel de Unamuno quien utilizó el término en 1925 en su novela La tía Tula, pero quien también hablando –justamente– de esa palabra que no existía aseveró: “No es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad”, y por tanto “es extraño que junto a ‘fraternal’ y ‘fraternidad’, de frater, hermano, no tengamos ‘sororal’ y ‘sororidad’, de soror, hermana”. Y, como bien apuntaba don Miguel, no era extraño, no. Porque sucede que –a lo largo de la historia– cualquier cosa que oliera a aporte femenino ha sido sistemáticamente borrada”.

“Es la amistad entre mujeres que ni siquiera son amigas”, le dijo la escritora y periodista peruana Gabriela Wiener a BBC Mundo. Luego agregó: “Es una hermandad como la de las monjas, pero no de las que se casan con Dios sino consigo mismas y con sus hermanas”, es la analogía que usa Wiener.

De manera similar piensa la antropóloga mexicana Marcela Lagarde, quien ha sido pionera en el uso del término en América Latina. “La cosa no es ‘cómo nos queremos’; la clave está en que nos respetemos, algo difícil porque no estamos educadas en el respeto a las mujeres”, escribió Lagarde un artículo del portal “Mujeres en red”. “La sororidad es un pacto político de género entre mujeres que se reconocen como interlocutoras”, escribe Lagarde. “No hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad de cada una”.