La Selfie

¿Una muestra del narcisismo social o sólo moda pasajera? Belén Igarzábal, directora del área de Comunicación y Cultura de FLACSO, estudia la intimidad como espectáculo, la borrosa frontera entre lo real y lo virtual.

Igarzábal se pregunta: “¿Y porque la necesidad de hacer selfies? Responde que “hay una ilusión de construcción de la propia identidad. Siempre estamos recortando aspectos. Cuando hablamos, cuando contamos una parte y no todo, cuando mostramos algo de nuestro hogar, de nuestros familiares, de nuestro trabajo. Y hoy los celulares permiten esa edición, ese recorte, de manera fácil e ininterrumpida. Muestra algo de lo que somos y lo que hacemos pero siempre de manera editada, siempre con un recorte del plano total. Es una forma de construir un relato, una narración visual de nuestra identidad y de lo que queremos mostrar”.

Si nuestra “propia ficción” puede construirse también puede alterarse. En ese sentido, el neurobiólogo británico James Kilner realizó un estudio que indica un interés creciente de la gente hacia su propia cara. Kilner señala que es un instrumento de falsificación: después de sacar una instantánea, uno puede editarla hasta lograr una versión que considere más atractiva.

La primera selfie la realizó Robert Cornelius, en 1839. El joven empresario tenía 30 años y el escenario fue su tienda de lámparas, ubicada en Filadelfia.

La tecnología de este entonces hizo que tuviera que estar de pie unos quince minutos para poder capturar la foto. La imagen es considerada por muchos como el primer autorretrato fotográfico que se tomó. En la parte posterior de la impresión, escribió: “La primera imagen de luz que se haya tomado”.

La fotografía, en sus orígenes, ya nace con el autorretrato. Desde el punto de vista psicoanalítico se construye a través del narcisismo. Sigmund Freud denominó así al proceso por el cual la libido se dirige hacia uno mismo. Este amor propio es inevitable en el desarrollo de la psiquis pues precede a cualquier otro tipo de vínculo sentimental que luego se experimentará a lo largo de la vida. Y ahora no sólo basta con sentirlo sino que también hay que (auto)demostrarlo públicamente.

Renán Vega Cantor, historiador y escritor, señala que “el capitalismo representa la imposición del individualismo compulsivo, entendido como la creencia ilusoria de que la sociedad no existe sino solo los seres individuales. El individualismo egoísta, posesivo y hedonista es una característica central de la ideología capitalista que se ha universalizado en nuestra época. Solo existe el yo y no el nosotros, lo cual quiere decir que mi existencia individual es más importante que cualquier grupo o colectivo humano y de eso se deriva que a diario se deba (de)mostrar que el yo es el centro del universo. No importan los lazos sociales, ni vínculos de solidaridad, fraternidad o ayuda mutua. Eso es cosa del pasado, porque ahora, en el perpetuo presente en que se despliega el yo, solo vale y existe lo que se haga el individuo, porque necesita mostrar a cada rato su presencia, porque de lo contrario se considera frustrado o incompleto”.

Según un estudio de la revista Time, la capital mundial de las ‘selfies’ es el centro financiero de Filipinas: la ciudad de Makati Citi, donde 258 personas de cada 100.000 se hacen ‘selfies’. En segundo lugar encontramos a Nueva York.

La ‘selfie’ más famosa es la de la ceremonia de los Oscars de 2014, publicada en el perfil de Twitter de la presentadora de televisión estadounidense, Ellen DeGeneres (tuvo más de 60 millones de reproducciones en sus primeros días online).

Y éste es su meme simpsoniano:

Marcos Bonilla, en la Revista Arcadia, ha señalado respecto al tema que “Si hemos de creer al sociólogo francés Gilles Lipovestsky para quien la sociedad contemporánea hiperindividualista reconoce en la figura mitológica de Narciso, el principal símbolo de su identidad (como en otros momentos de la modernidad lo fueran Prometeo, Edipo, Fausto o Sísifo), la selfie es el síntoma de una sociedad narcisista que se mira a sí misma. Indicio de una época en la que se disuelven los lazos y los referentes colectivos, para tomarnos una selfie ya no necesitamos a nadie, es un acto solipcista en el que la realidad externa sólo es comprensible a través del yo”.

Bonilla luego continúa: “La selfie, como artefacto cultural de la sociedad digital genera odios y pasiones. El campo se divide -en la clásica distinción de Umberto Eco-, entre apocalípticos e integrados. Los primeros, hablan de la selfie como un anuncio de la llegada de una sociedad hiperindividualista, post-humana y superficial, donde el narcisismo se convierte en patología colectiva que irradia sus efectos en todas las facetas de la vida. Para los ‘integrados’, por el contrario, el narcicismo de la selfie es la consolidación de la revolución individualista iniciada en la primera modernidad, y de su promesa de libertad sin sujeciones colectivas de ningún tipo”.