Antes

Faltan pocas horas para que empiece el final. Una final, otra, en la que la selección argentina tiene chance de quedarse con la copa.

Por más que nos empeñemos en pensar que es solo un partido de fútbol, que en definitiva lo es, nada de lo que se vivió durante estas últimas semanas, en las calles y en diferentes ámbitos sociales, podríamos decir que se circunscribe únicamente al terreno deportivo.

El mundial ha copado la agenda. Tal vez casi como ningún otro evento, se han producido memes y compartido videos desde el “¿Qué mirás bobo? Andá pa allá”, de Messi sobre el delantero de Países bajos.

 

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Pasando también por los distintos festejos de “Abuela la la la la”. Entre tantos otros.

El gran escritor Eduardo Galeano escribió, en el texto El fin del partido, que: “El mundo gira en torno a la pelota que gira. La pasión más compartida. ¿Un negocio vulgar y silvestre? ¿Una fábrica de trucos manejados por sus dueños? Yo soy de los creen que el fútbol puede ser eso. Pero es también mucho más que eso. Como fiesta de los ojos que lo miran y como alegría del cuerpo que lo juega. Un periodista le preguntó a una teóloga alemana, Dorothee Sölle, ¿cómo le explicaría a un niño qué es la felicidad? No se lo explicaría. Le tiraría una pelota para que jugara. El fútbol profesional hace todo lo posible por castrar esa energía de felicidad pero ella sobrevive a pesar de todos los pesares. Y quizás ocurre por eso y no puede dejar de ser asombroso”.

Esperemos que en pocas horas se concrete lo que un pueblo, con la Escaloneta y Lionel Messi a la cabeza, tanto ansiamos. El fútbol, como comentaba Galeano, tiene la posibilidad de generar, aunque sea un rato, la sensación de “felicidad”. Esa emoción, esporádica por cierto, ya se está viviendo hace semanas. Quizás, como niñxs, percibimos que la pelota nos llegó a los pies. No deberíamos rifarla -ni la pelota ni la felicidad- al margen de un resultado.