La lengua es un músculo

En lo alto de un cerro, donde los pájaros no llegan y el eco se aburre de escucharse, un hombre lleva 24 años encerrado. La casa, antigua y heredada, parece suspendida en el tiempo: un mausoleo familiar donde el polvo dialoga con las ideas. Allí, entre decenas de libros y papeles amarillentos como dientes de fumador, un (casi) filólogo obsesionado escribe la tesis que lo hará libre o lo terminará de hundir en su laberinto: demostrar que el lenguaje, ese viejo compañero de ruta, no es una herramienta sino una infección. Una peste que se mete por la boca, se instala en la garganta, y desde allí opera, sigilosa, sobre la voluntad.

Así comienza el unipersonal “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus”, escrito e interpretado por Diego Carreño y dirigido por Leandro Aita —los Hermanos Delay en otro formato, en otro tono, pero con la misma audacia de siempre. La propuesta no se limita al humor como distracción: es una comedia que desarma y rearma el idioma como si fuera un viejo reloj, con piezas que a veces giran hacia el absurdo y otras, hacia la revelación.

Carreño habita al personaje con una entrega física y lingüística destacable. La voz es látigo, susurro, mueca, vértigo. Cada palabra que pronuncia parece tener filo, como si estuviera cortando carne cruda con una oración subordinada. Los juegos retóricos se transforman en estrategias de supervivencia: la metáfora como escudo, la paronomasia como trampa, la paradoja como linterna en un túnel sin final.

Leandro Aita, desde la dirección, elige el minimalismo. La escenografía apenas insinúa el encierro: una lámpara, un escritorio, una silla que ya no quiere ser silla. Todo está dispuesto para que la palabra —esa reina tiránica— gobierne la escena con puño invisible.

La obra toma como inspiración una de las ideas más inquietantes de William S. Burroughs, aquel escritor de mirada ácida que en 1966 dijo que “el lenguaje es un virus del espacio exterior”. No era una metáfora: era una advertencia. Para Burroughs, el idioma no solo comunica; también manipula, coloniza, infecta. En esta pieza, esa hipótesis se vuelve carne teatral, carne enferma, carne que ríe mientras supura.

Pero sería injusto encasillar esta obra como un mero ejercicio intelectual. Hay humor, sí. Del bueno. Del que se mete en la piel y no se va con la carcajada. Humor absurdo, lingüístico, filosófico. Un humor que recuerda al mejor Ionesco, al Beckett más lúdico, pero con un sabor local: como si un Borges poseído por Fontanarrosa se subiera al escenario.

“La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus” no es sólo una obra: es una experiencia en sí misma. Uno sale del teatro con la sensación de haber sido infectado, pero también vacunado. El idioma, después de verla, ya no es lo que era. Como si las palabras —las mismas que uno usa todos los días— hubieran aprendido a mirarte de otra manera.

Teatro Picadilly
Av. Corrientes 1524. Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4373-1900.
Miércoles – 20:30 hs – Del 04/06/2025 al 09/07/2025

Ficha técnica:
Dramaturgia: Diego Carreño
Intérpretes: Diego Carreño
Voz en Off: Nazareno Casero, Edda Diaz, Diego Gentile
Diseño de arte: Analía Cristina Morales.
Diseño sonoro: Marcelo Ceraolo.
Realización de escenografia: Marcos Aquistapace
Realización de vestuario: Mariana Paz.
Música original: Pablo Bronzini.
Diseño De Iluminación: Víctor Chacón.
Fotografía: Noelia Vittori.
Fotografía De Escena: Alan Roy Bahamonde
Diseño gráfico: María Ana Tapia Sasot.
Asistencia de dirección: Noelia Vittori.
Prensa: Natalia Bocca.
Producción general: Malditas Producciones.
Dirección: Leandro Aíta.