En un rincón donde los cuerpos tiemblan de memoria y la palabra se vuelve eco de lo no dicho, dos figuras se encuentran después de un cuarto de siglo. No es un reencuentro: es una detonación lenta. En Memoria de un crepúsculo, versión porteña de la obra original Dusk Rings a Bell del dramaturgo estadounidense Stephen Belber, dirigida con sutileza por Merceditas Elordi, los personajes de Maggie y Juan no regresan al pasado —lo exhuman. Lo desentierran como quien saca a la luz un crimen cubierto de polvo y deseo.
Ella, exitosa, pulida, moldeada por el discurso mediático. Él, endurecido por la tierra y por la vida. Dos vidas divergentes que se cruzan en una playa que alguna vez fue escenario de un amor adolescente, ahora convertida en territorio de revelación. El texto original de Belber —preciso, contenido, cargado de silencios que pesan más que los parlamentos— encuentra en esta versión porteña una resonancia íntima, un ritmo local que no traduce: transforma.
El escenario es mínimo: cajas que mutan, objetos que sugieren más de lo que muestran, una iluminación que tiembla como las decisiones postergadas. Pero lo que realmente ocupa el espacio es la palabra —o su ausencia. Porque esta obra no habla: recuerda. Interroga. Acusa. La conversación entre Maggie y Juan no es diálogo: es excavación. Cada frase es una pala que hunde más hondo en el foso de lo que no se quiere recordar.
Cecilia Chiarandini y Alejandro Giles no interpretan a sus personajes: los encarnan. Ella, con la sonrisa de quien ha aprendido a esconder las grietas. Él, con la mirada de quien carga algo demasiado pesado para nombrar sin quebrarse. La tensión entre ambos es eléctrica, pero también íntima. Como si compartieran un secreto que el espectador apenas sospecha.
El gran acierto de Elordi está en comprender que esta no es una historia de amor. Es una historia de culpa, de tiempo, de heridas abiertas. Y también de redención, si es que tal cosa existe. El crepúsculo del título no es un momento del día, sino una metáfora del estado en que viven estos personajes: al borde de la sombra, en ese instante suspendido en que todo puede oscurecerse o iluminarse con una sola palabra.
Memoria de un crepúsculo es teatro en su forma más esencial: dos cuerpos, un espacio, y un pasado que no se deja enterrar. Una obra que no se conforma con conmover: quiere incomodar. Quiere hacer que el espectador salga preguntándose si, como Maggie y Juan, alguna vez fue otro. Y si esa versión anterior de sí mismo, olvidada o negada, podría aparecer una tarde cualquiera, con una sonrisa y una verdad imposible de callar.
Autoría: Stephen Belber
Traducción: Cecilia Chiarandini, Merceditas Elordi, Alejandro Giles
Intérpretes: Cecilia Chiarandini, Alejandro Giles
Vestuario: Crepúsculo
Escenografía: Edgardo Aguilar
Iluminación: Edgardo Aguilar
Redes Sociales: Nico Matías Urra
Música original: Braian Arévalo
Fotografía: Laura Elizabeth Ibarborde
Diseño gráfico: Leandro Martín Correa
Prensa: Duche&Zarate
Dirección: Merceditas Elordi
Funciones: Sábados a las 17 hs.
Teatro: El Tinglado – Mario Bravo 948 – CABA